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El documental ‘Los Rojos de San Andrés y la represión franquista’ recupera una etapa silenciada de Canarias, cierra heridas y llena el cine del pueblo el día de su estreno
«No es fácil hablar de un tema tan complejo como la represión franquista, pero a medida que vas conociendo gente del pueblo conformas un equipo que será el que te acompañe a lo largo del documental», explica a Islotada el director de cine y documentalista tinerfeño Raúl Jiménez Pastor días después del exitoso estreno de su último trabajo, Los Rojos de San Andrés y la represión franquista en el antiguo cine del pueblo chicharrero.
Lleno absoluto e imprevisto, porque la organización no esperaba tener tanta repercusión. El documental es el trabajo final de un taller de cine con la gente del pueblo, un proyecto de Memoria Histórica del Cabildo de Tenerife con los ayuntamientos de la Isla al que el realizador canario presentó tres propuestas distintas. El Ayuntamiento de Santa Cruz aprobó la idea y él comenzó a trabajar, «sin tener claro qué asunto concreto iba a tocar».
«Sí tenía un dato del que quería tirar: las manifestaciones en San Andrés a principios de los 70 exigiendo alcantarillado y el papel de la célula comunista del pueblo en el éxito de las convocatorias, y eso me fue llevando hasta la historia de los Rojos en la localidad costera de Santa Cruz de Tenerife justo después del golpe militar».
Desde el inicio del proyecto se sumaron al taller cuatro personas del pueblo que lo acompañaron hasta la finalización del documental: Juan Manuel Alonso (de la Asociación de Vecinos El Pescador), Andrés Afonso (autor de las fotos de esa histórica manifestación) y los jóvenes Conrado Acosta y Rocío Rodríguez. Ella cedió gran parte de su material sonoro grabado hace 20 años con testimonios de vecinos y vecinas de San Andrés sobre los años de la represión. «Un material que fue fundamental para crear la estructura del documental», explica el cineasta canario, conocido por películas como Guacimara y la tierra roja y Muchachos.
Los Rojos en San Andrés y la represión franquista se va desarrollando en distintos planos: testimonios de vecinas (la mayoría son mujeres que evocan recuerdos de infancia), entrevistas a antiguos miembros del Partido Comunista, como el histórico Juvenal, imágenes de Franco extraídas de los fondos de la Filmoteca e intervenciones como las del socialista experto en Memoria Histórica, José Vicente Bethencourt, y el periodista Eduardo García Rojas, cuyo tío abuelo, el anarquista Antonio Montelongo Morales, fue hecho desaparecer por los fascistas pocos meses después del golpe junto a otros compañeros en la costa de San Andrés.
Raúl Jiménez Pastor alterna desde 2006 su trabajo como director de cine con estos talleres de cine en barrios y pueblos de Canarias. «Hay un componente de participación ciudadana y de implicación que me atrae más que cualquier otra cosa, pero todo el proceso de realización del documental se aborda de manera muy estructurada. Hay escaleta, escritura previa del guión, reuniones. Hay producción cinematográfica: dirección de fotografía, iluminación, grabación de sonido, dirección de arte. Se trata de hacer un documental profesional con un grupo de personas aficionadas. Hay partes que son cine porque esas herramientas de ficción insertas en un documental tienen mucha fuerza y requieren de destrezas técnicas distintas», explica.
En Los Rojos de San Andrés y la represión franquista esas partes cinematográficas están protagonizadas por vecinos y vecinas del pueblo que recrean escenas que aún permanecen en el ideario colectivo: cómo de noche los fascistas tocaban a la puerta para llevarse al rojo y «darle pandullo».
En distintas zonas de Tenerife, a la técnica utilizada por el franquismo en las desapariciones en el mar se la denomina apotalar (la víctima era introducida en un saco y lanzada al mar de alimento a las potas). Durante el rodaje de una de las intervenciones de González Bethencourt, y sin que estuviera en el guión, una de las vecinas del pueblo se sentó a su lado para explicarle que en San Andrés a eso se le llama dar pandullo. «Le ataban un saco al cuello con una piedra pesada y lo tiraban al mar». El ex senador socialista, que ha desarrollado una intensa labor en Memoria Histórica en Santa Cruz, desconocía el dato.
«Mucha gente lo desconocía, en realidad. Por eso es importante este tipo de trabajos, porque abordamos una parte de nuestra historia que necesita ser contada entre todos sin ánimo de revancha, explica el realizador, que prefiere definirse como un «contador de historias» que como un «director de cine».
«Hay mucho trabajo previo de ganarte la confianza de la gente, pero el pueblo de San Andrés fue muy generoso, el colectivo de personas mayores del pueblo se involucró mucho desde el principio y así pudimos ir creando el documental. Hay una anécdota que refleja perfectamente lo formidable que es San Andrés. Rodando una escena, uno de los actores, Lot Acosta, me dice que tiene un tema musical que va como anillo al dedo a esa escena en particular. Y ahí descubro que es un tremendo cantante de Reggae y que el tema, Avasallando, es una maravilla y toca los años de represión. Por supuesto, lo incluimos».
¿Crees que el documental ha sanado heridas?
«Uno de los objetivos de la convocatoria del Cabildo para conceder las ayudas al proyecto era precisamente ‘Reparar el daño de gente que sufrió la represión’. Sinceramente, cuando lo leí me pregunté cómo podía repararse ese daño a gente que llevaba décadas muerta. Pero después descubrí a sus hijas y sus nietos. Esa herida sigue ahí. Así que viendo la reacción del público al documental, la reacción favorable y emocionada de la gente del pueblo creo que sí, que proyectos como este ayudan a cerrar las heridas producidas por la represión y la dictadura franquista».