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El pintor tinerfeño Santiago Palenzuela tiene nuevo estudio y ya lo ha convertido en una obra que estará en la Feria de Arte Contemporáneo Estampa de Madrid del 19 al 23 de octubre
Cuentan que una vez consultó el I Ching y los hexagramas le respondieron: «Seguir y derramar alegría y revolución». Y sí, es posible que el libro oracular diera en ese momento la mejor definición posible de Santiago Palenzuela (Tenerife, 1967), uno de los pintores canarios más valientes, comprometidos y honestos de la actualidad. Un tipo explosivo y concentrado; brutal y reflexivo; volcánico y atlántico. Un tipo, un pintor, que hace que conversar con él sea similar a acercarte al mar con un fuerte oleaje. Probablemente te revolcará, pero será vivificante y sanador. Si Tenerife palpita, lo hace a través de gente como Palenzuela.
Santiago Palenzuela, que pinta obsesivamente los espacios donde trabaja, tiene nuevo estudio y ya lo ha pintado. En este cuadro recién acabado, que viajará a la Feria de Arte Contemporáneo Estampa de Madrid para exponerse en el stand de la Galería Artizar, están las obsesiones y los temas comunes de toda su pintura: los interiores, los sucesivos estudios por los que ha ido itinerando a lo largo de los años (mapa de la precariedad de los artistas en estas islas), el óleo (el exceso de óleo), las capas y las capas de óleo que convierten sus obras en piezas tridimensionales, casi esculturas; los colores y el empeño en encontrar en la pintura el modo de resolver sus dudas.
Estudio de Matilde Martín (MM) en el barrio Salamanca de Santa Cruz de Tenerife. Óleo sobre lienzo. 2023
Que son muchas, porque al vértigo que impone la decisión de vivir para crear (pintar, escribir, componer o subirse a un escenario), se suman los temores que nos han ido cercando estos últimos y confusos años: la guerra, el ascenso de la ultraderecha, el colapso energético, la debilidad de la izquierda…
¿Cómo las resuelve? Leyendo mucho y encontrándose con gente de la que pueda aprender. Habla con entusiasmo del biólogo tinerfeño José Real, miembro del movimiento Revolución Científica al que conoció durante las protestas de Cuna del Alma. «Su análisis sobre la necesidad de decrecer y hacerlo ya es indispensable. O hacemos caso a gente como José Real o no habrá posibilidad de supervivencia en el planeta. Pero dudo de que estemos dispuestos».
Sus respuestas hoy están en los clásicos. Los estoicos: «estoy leyendo Sobre la felicidad, de Séneca, y estoy disfrutando como un enano. Para sobrevivir a este momento de confusión (de binarios, blancos, negros…) hay que aferrarse a una pasión. Séneca habla de la pasión, más que de entretenimiento o de lo ocupado, y a eso me aferro. La pintura como pasión. Ahora mismo estoy entre el el estoicismo y el escepticismo».
Islotada: Como muchos isleños te fuiste a Madrid. Seguiste esa recomendación de que hay que salir de las islas, pero volviste para quedarte. ¿Cómo fue la experiencia?
Santiago Palenzuela: “Madrid está bien para los madrileños (uno de los últimos reductos de España), pero no para mí. Creo que la fragmentación es la única solución para la cultura. Que se fragmente todo y así habrá algo de cultura local: que si juego del palo, que si museo del vino, que si el salto del pastor renovado, la lucha canaria. ¿O no? Al final, la fragmentación está bien. Tanto miedo a fragmentarse es torpe. Eso de que los canarios tenemos que salir, que cada uno haga lo que quiera, pero ya lo decía Robert Hughes (1938. Escritor y crítico de arte australiano) cuando hablaba del “encogimiento cultural” que produce el colonialismo cultural; que al final te hace pensar que nada de lo que no sea el centro es relevante, que lo que se hace en tu lugar no es importante. Y eso no es así. Hay que superar el síndrome del provincialismo. A los canarios en la Península siempre nos tratan como colonia, y tiene que haber algo más más allá de España. No hice amigos madrileños, ni amigos godos. Hasta el mayor mindundi se cree que es alguien. Me siento mejor aquí, en casa».
¿Así que no es necesario salir?
“Qué va. Ni siquiera es necesario estudiar, ni pasar por la Facultad o por la Academia. Ni siquiera hay que ser listo para hacer arte. Mira Camarón, él era listo, pero no sabía leer apenas y qué más da, ahí está lo que hizo, brutal. O Judith Scott, que es una escultora increíble, siendo sordomuda y con síndrome de Down. Un cultureta en Madrid me preguntó si me gustaba Scott precisamente por ser sorda y tener síndrome de Down. ¡Claro que no!, me gusta porque precisamente demuestra que el arte no es sólo para los inteligentes, que va más allá y que es para cualquier persona”.
Después de tu vuelta has expuesto en Artizar (Odio sobre lienzo, 2017), (Deformaciones, 2019) y (Desparramarse, 2022), en la Galería Saro León de Las Palmas y la gran exposición del TEA Odio sobre lienzo, de 2019. La exposición más visitada de ese año.
Sí, con la exposición de TEA me quedé muy satisfecho. El despliegue de la producción estuvo muy bien, el catálogo también, aunque propuse para los textos el nombre de tres mujeres y no incluyeron ninguna, y la recepción del público fue increíble. Fueron más de 150 obras; pinturas, pero también esculturas en óleo hechas entre 1997 y 2018, muchas inéditas y por primera vez se pudo ver la serie de los animales, que era algo muy nuevo. Choqué un poco con la oficialidad, pero con lo institucional siempre pasa, y en todas partes, no estoy descubriendo nada nuevo.
En los textos del catálogo de Odio sobre lienzo destacan varias cosas. Carlos Díaz Bertrana dice de tu pintura: «Hay algo salvaje y primitivo en las obras de Palenzuela, de despilfarro de materia y de energía, de caricatura y de grotesco, de sexualidad húmeda y de pulsión vital». Ernesto Valcárcel, descubridor de muchos artistas de tu generación, que mostró tu obra por primera vez en la colectiva Figuraciones indígenas (1996) apunta que tu «sólida, rotunda, abundante e ininterrumpida aportación al arte y la cultura regional Canaria» te señalan «como un incuestionable referente del Arte Contemporáneo generado en las islas durante la transición milenaria» y Alessando Rosada sitúa tu obra más cerca de África que de Europa: «no logro sintonizar el fuego interior de Palenzuela con el de artistas de continentes moribundos».
Todo eso es necesario pero en el fondo me da igual. Soy agradecido, no quiero que se me malinterprete, pero la realidad es que al final estás solo y lo importante es pintar. Ese vértigo es tuyo, de nadie más. Pero hay que ser aguerrido, como Julio Blancas y Juan Carlos Batista. Como decía Nietzche, el arte es una profesión para valientes. Esa es la aventura y uno se adapta a todo. Por eso estoy con Séneca y los estoicos, libritos breves y a comprender las cosas. El miedo fuera. En esto, si no eres un farsante, el miedo es una constante.
Mencionas a Julio Blancas y Batista. ¿qué otros artistas canarios te interesan?
Paco Sánchez, Laura González, Idaira del Castillo, gente que está trabajando al margen de lo institucional, de las invasiones bárbaras que ha habido en lo institucional. Me interesa poco lo institucional y quizá no es lo más inteligente, pero es lo que hay. Le presto más atención a la gente nueva que está trabajando en sus estudios del barrio de La Salud o en Barrio Nuevo. En Canarias hay muchísima creatividad. El aislamiento tiene ese efecto.
Pero si lo institucional se ha vuelto tan hostil, en un territorio donde pesa tanto lo institucional, ¿cómo enseñar lo que hacen?
En lo privado. En galerías como Artizar, ATC o Bibli, aquí en Tenerife.
Así que estás un poco harto del entorno cutural.
De la institucionalidad sí. Pero ahora que tengo nuevo taller y puedo pintar, tengo estabilidad y me apetece hacer muchas cosas. Le estoy dando vueltas a una obra pública para Solar. Unas puertitas en el Loño Pérez y en todos los barrancos donde la gente se tira. Si lo tiene claro, pase sin llamar. Uno de los problemas más interesantes del arte es la muerte, y me gustaría hacer esa pieza.