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Aida González Rossi, Antonio Martín Piñero, Daniasa Curbelo y Yeray Barroso dan forma en un texto a los recuerdos de Loli Armas Donate, Cecilia García de Armas, Margarita Martín Socas y Juan Ravelo García
Para celebrar el Día de las Bibliotecas, la Biblioteca Pública del Estado de Santa Cruz de Tenerife (Casa de la Cultura) propuso a cuatro jóvenes escritores canarios un ejercicio de memoria compartida con cuatro personas mayores que les influyeron y les influyen al escribir. Aida González Rossi, Antonio Martín Piñero, Daniasa Curbelo y Yeray Barroso aceptaron este ejercicio de diálogo intergeneracional que buscaba crear un espacio de conversación y de conocimiento entre una persona mayor y una figura literaria joven de las islas.
La propuesta consistió en crear juntos un texto breve. El pasado lunes 23 de octubre, escritores y mentores compartieron escenario en la Casa de la Cultura, mantuvieron un diálogo en el que comentaron su experiencia en el proyecto y los escritores y escritoras leyeron su texto. La persona mayor que les acompañó escuchó entonces, por primera vez, la obra que inspiró su testimonio.
Islotada reproduce los relatos en la voz de sus autores.
Aida González Rossi y la profesora-periodista-poeta
La escritora Aida González Rossi eligió a la profesora y periodista Loli Armas Donate como su «persona especial» para este juego de memoria. «En cuanto me propusieron el proyecto supe que iba a ser Loli, a la que conocí cuando yo era adolescente en el programa Recovecos de una radio local de Granadilla», explicó la autora de Leche condensada.
Loli Armas Donate reconoció que la primera vez que leyó un texto de una jovencísima Aida González Rossi quedó «asombrada». A partir de ahí surgió una relación de amistad que se ha mantenido hasta hoy con la poesía como vínculo.
«Tú me enseñaste que la poesía debe narrarse y compartirse con los demás, que no debe limitarse a ser leída en soledad», reconoció Aida González Rossi, que dijo que durante su adolescencia la amistad y el apoyo de Loli Armas Donate la hizo sentirse «sostenida». «Creo que mantener relaciones de amistad con personas de más edad es muy importante para los jóvenes porque la memoria es decisiva para nuestro desarrollo», dijo.
Para escribir su texto, la escritora se centró en tres aspectos de su mentora: «tu faceta de maestra, de periodista y de poeta», que influyeron decisivamente en la autora.
Daniasa Curbelo y su profesora de Historia del Arte
Daniasa y Margarita se conocieron en la Facultad de Bellas Artes y ambas comparten proceder de Lanzarote, «una isla que nos reclama», dijo Daniasa Curbelo, autora de Híbridas impostoras intrusas.
Durante las conversaciones previas a la elaboración del texto de Daniasa, ambas hablaron de la dura historia de las mujeres conejeras, de los años de sequía, la hambruna, de la emigración y «las viudas blancas», aquellas mujeres cuyos maridos emigraban y formaban otras familias en Cuba, Venezuela o Argentina sin que ellas lo supieran. «Ni eran viudas, ni estaban casadas, ni podían pedir ayudas económicas, ni podían rehacer sus vidas».
Para las dos «la madre» fue «una figura fundamental en nuestra historia y en la de mucha gente de la isla». «Las historias de esas mujeres que son disidencias, resistencias y contra historia frente al relato hegemónico de la Historia», dijo Daniasa Curbelo. «No puede hablarse de la mujer como si fuéramos una sola. Hay muchas mujeres, con muchas historias y aristas», dijo Margarita.
Con todas esas historias de mujeres fuertes, sólidas y rocosas, Daniasa escribió este relato.
Antonio Martín Piñero y Cecilia se conocieron en otras vidas
El poeta Antonio Martín Piñero reconoció que cuando le propusieron la idea del proyecto y le pidieron que buscara a una persona interesante con la que establecer un diálogo que generara posteriormente un relato, «una persona con la que poder hablar durante horas, una persona que yo supiera que tenía muchas cosas que decir y que yo quisiera que todas esas cosas fueran dichas, pensé sin dudarlo en Cecilia», dijo el autor de Amarillos.
«Es brillante e incombustible y una de las mejores compañías que he podido disfrutar en mi vida», afirmó Martín Piñero, que reconoció ser una persona a la que le gusta «escuchar» y que ha encontrado en Cecilia García de Armas una conversadora «prodigiosa». «Fruto de esas riquísimas conversaciones es el texto que vamos a escuchar hoy, que hemos escrito entre ambos», añadió.
La escritora venezolana Cecilia García de Armas reconoció que conoció a Antonio Martín Piñero al ir «un poco obligada por una amiga a la presentación de un libro titulado Amarillos. Yo juraba que me iba a aburrir, pero cuando escuché hablar a ese chico me dije: pero es que piensa como yo, eso lo habría dicho yo así, esa misma es mi opinión».
Tanta fue la coincidencia que terminó pensando que «nos conocimos en una vida anterior». Reveló que sus conversaciones con el joven poeta tinerfeño tocan todos los palos: «hablamos de literatura, de la vida, de política. Somos amigos que entendemos nuestras rarezas al escribir. Él puede ser mi nieto, y yo quisiera un nieto así: abierto, noctámbulo como yo, que escriba de noche como yo. Es sorprendente que tengamos las mismas coincidencias de vida, de gustos y de saberes… Y eso es muy extraño. Es como que venimos de otras vidas a encontrarnos en esta, donde vamos por instantes reconociéndonos».
De esta relación surge el siguiente texto
Yeray Barroso y la memoria de su abuelo Juan
El cuarto participante en este juego de memoria compartida, el joven poeta tinerfeño Yeray Barroso, autor de Ceremonias y Nunca seré mi madre y no pariré a mi hermana, reconoció que en su obra es fundamental el peso de la escucha, «de lo narrado por otros, sobre todo mis mayores». Lo contado por sus cuatro abuelos -que todavía viven- es «una fuente inagotable de información».
A su abuelo Juan Ravelo García, que no pudo asistir al acto por motivos de salud, dedicó un texto lleno de memoria y reconocimiento. Su pasado en la Costa de Rojas en El Sauzal, su vida allí (hasta que la Ley de Costas los expulsó) y las experiencias que vivieron en el puerto ya desaparecido.
De las muchas historias contadas por el abuelo, le impactó la que sucedió en septiembre de 1966, cuando un avión que viajaba de Tenerife a La Palma, tuvo que amerizar de urgencia en una zona de la costa del Sauzal «con la suerte de que lo que hoy es un paseo vacío, en ese momento estaba habitado por gente» que corrió a socorrer en sus barcas a los pasajeros del avión siniestrado. Se salvaron todos, salvo una víctima. «Nadie ha reconocido el esfuerzo que hicieron los pescadores de la zona».
El poema que sigue es el reconocimiento de Yeray Barroso a su abuelo Juan Ravelo García y los habitantes de la Costa de Rojas.