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Rafael-José Díaz, poeta. Autor de La montaña de barro
Rafael-José Díaz (Tenerife, 1971) es un escritor inagotable. Ensayista, traductor y sobre todo poeta, no se cansa de buscar y experimentar. De ese empeño por encontrar nuevos mundos literarios surge La montaña de barro, un pequeño libro de poemas en prosa que muestran abiertamente su intimidad, la de un hombre solitario que al regresar a Canarias desde Madrid busca en la práctica sexual con desconocidos en lugares públicos un consuelo que no llega.
Islotada: En el creciente ambiente de hostilidad contra la comunidad LGTBI, ¿fue un acto político la elección del tema del cruising (la práctica sexual entre homosexuales en lugares públicos y con desconocidos) y admitir en la nota epílogo que hablas de tu experiencia?
Rafael-José Díaz: Sin duda. Cualquier libro de poemas tiene un componente político aunque no sea explícito. La poesía es ambigua por naturaleza y a mí siempre me ha gustado lo sutil. Reconozco que aunque no fue un acto de voluntad sí puede hacerse una lectura política del libro, pero no sólo en lo que tiene que ver con la temática LGTBI; también en lo que tiene que ver con el territorio, con el paisaje y con su degradación. La elección del lugar tampoco es inocente. Es un lugar que simboliza la desatención, la decadencia del territorio.
La Mesa Mota de La Laguna
Exacto. Ya la propia carretera para llegar hasta allí está llena de baches. No saben bien qué hacer con ese lugar. Lo cierran, otras veces ha estado abierto. Hay construcciones abandonadas. Muy desatendido, como muchas cosas en estas islas. De hecho en uno de los fragmentos (Uno de los primeros días) hablo de esas construcciones abandonadas y en otro del uso que hacen los estudiantes de esas ruinas, donde se reúnen a fumar y a beber.
Este es tu primer libro en poemas en prosa. ¿por qué elegiste este género?
Me gusta pensar que es un libro híbrido que combina diferentes géneros. Parte de un intento de relato. Pueden leerse como microrrelatos o como poemas en prosa. Algunos están más cerca de la narrativa, otros son más líricos. Quizá también puede funcionar como un cuaderno de apuntes y luego hay un hilo, o cierta intención de continuidad, porque hay unos fragmentos que son continuación de otros. Pero al mismo tiempo me interesaba también que hubiera independencia en cada texto.
Ya descreo bastante de los géneros literarios. Lo que de verdad me interesa es la escritura como acción subversiva; subversiva también con el propio canon y los moldes de los géneros. Voy indagando y como resultado surgen estas obras. Es curioso, porque este año he publicado este libro de poemas, que no es precisamente un poemario, en una colección de poesía, y a finales del año pasado publiqué otro libro que funcionaría como la antítesis de este, Luz que se escapa, que puede parecer una novela pero en puridad tampoco lo es. No tiene trama, mezcla libremente el tiempo y se compone de un único párrafo en prosa a lo largo de unas cien páginas. Es una escritura continua que me permite indagar en lo que comentaba antes, la ruptura del canon y el tránsito entre géneros.
Pero sigues escribiendo poesía en verso.
Sí, desde luego. Es mi lenguaje natural, el que tengo más interiorizado. Y aunque últimamente no he escrito nada de poesía en verso, de vez en cuando surge la necesidad de ese canto. La poesía en verso es como un canto silencioso que surge de un ritmo, una cadencia. Aunque en ese terreno también me he dedicado a innovar un poco. He practicado el poema extenso, el poema narrativo. Me interesa ser muy libre al escribir y, aunque está todo inventado, me gusta llevar cada práctica de la escritura a mi propio terreno. Y que lo que escriba sea auténtico, que no lo sienta impostado o forzado por la necesidad de escribir algo. No me importa estar en silencio durante mucho tiempo y dejar periodos largos en los que no escribo.
Sin embargo, tienes muchísima obra publicada.
Sí, he escrito muchísimo, la verdad. Pero esa pulsión está ahí, no la puedes ignorar. Aunque también es muy importante no escribir, porque cuando no escribes estás macerando, como dice un refrán: estás afilando los lápices. Y ese silencio te permite también no repetirte porque las experiencias que tienes para contar son otras.
En esa experimentación con los géneros que mencionabas antes. ¿Valoras escribir una novela?
La novela se me resiste. Mi gran frustración quizá sea esa. Aunque llamarlo frustración es exagerar un poco porque tampoco pasa nada. Pero sí admito que me cuesta inventar personajes e inventar tramas. Y sí, acaricio esa idea de escribir una novela, no comercial, por supuesto; pero sí un texto narrativo en el que pueda salir de mí mismo e inventar diferentes tramas que se vayan montando con el lenguaje literario que requieran.
Es un género, la novela, que parece resistirse a los escritores canarios. No sé si es una apreciación personal pero quizá desde la década de los 70, con Fetasa, Cerveza de grano rojo, Guad, Los puercos de Circe, Crónica de la nada hecha pedazos... No ha surgido un movimiento con una potencia similar.
Los narraguanches que los llamaron; la generación de los 70, sí. Es cierto que hay un corte porque en los 80 predomina la poesía, con nombres como Fermín Higuera, Ernesto Suárez, Roberto Toledo, Eugenio Millet, Antonio Jiménez Paz. En los 90 también la poesía ocupa un lugar predominante, aquí en Tenerife con el grupo Paradiso. Ocurre que para encontrarnos de nuevo con ese fogonazo que hacía falta en la novela insular debemos esperar a Panza de burro, de Andrea Abreu, que abre la puerta a una nueva narrativa, sobre todo con mujeres jóvenes, lo cual a mí me alegra muchísimo. Son escritoras muy interesantes como Aida González Rosi, que acaba de publicar Leche condensada o Meryem El Mehdati, con Supersaurio. Pero sí es cierto que ese Ulises canario, esa gran novela canaria, está por escribir. Aunque hay factores que influyen más allá de que un escritor escriba una buena obra. Pienso en Roberto A. Cabrera y en su novela Bajo el sol de los muertos (Ediciones Pre-Textos) que es una gran novela, una novela collage, experimental, con diferentes líneas de escritura que se van imbricando hasta construir una obra fascinante, maravillosa, que sin embargo ha pasado bastante desapercibida y en las islas no ha tenido la repercusión que debería haber tenido. No creo que haya muchos ejemplos de novela escrita en Canarias con ese riesgo o esa calidad.
¿Qué falla entonces?
Creo que todo está tergiversado. Hay demasiados clubs y cuando eres como Roberto, que es una persona discreta, que está en su mundo interior y no se presta a esos juegos florales, no tienes demasiada cabida.
Un poco como tú.
Yo ya he superado ese desafecto, pero me sigue pareciendo curioso. Que me entrevisten en medios de Gran Canaria, que me valoren allí y estén pendientes de cada obra nueva y que sin embargo en Tenerife eso no suceda. Pero lo llevo bien. Soy un hombre solitario.